En el marco de la jornada de estudios Vox Aurea-Via Sacra 2014, dedicada a la música sacra judía, Jean-Philippe Amar, doctorando en etnomusicología y profesor de educación musical en la academia de París, aborda la evolución de la cantilación en la lectura de los textos sagrados.
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Desde el siglo V a.C., la Biblia hebrea se leía en público. La lectura debía ser cantilada, es decir, seguir movimientos melódicos de construcción relativamente simple.
La música desempeña aquí un papel regulador y solemne.
Hasta el siglo VI, esta cantilación seguía reglas transmitidas por tradición oral. Entre los siglos VII y X, cuando el pueblo judío se dispersó y las comunidades se asentaron en toda la diáspora, la transmisión se hizo más frágil.
Los eruditos (massorets) desarrollaron sistemas mnemotécnicos para preservar las tradiciones de recitación y división correcta de los textos bíblicos consonánticos sin puntuación.
A partir del siglo X, los textos sagrados se cantilaban utilizando una forma de notación conocida como “masorética”. Se basaba en un elaborado sistema para vocalizar y puntuar sutilmente la prosa. Una veintena de signos indican los movimientos melódicos de la voz, generando la puntuación indispensable para la comprensión del texto. Como la notación musical no es precisa, la cantilación resultante puede variar según el intérprete, el rito comunitario y el texto escritural (Pentateuco, Salmos).
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