Una análisis histórica, litúrgica y musicólogica de la música de Beta Israel, inspirada de las obras de Simha Arom, Frank Alvarez-Pereyre, Shoshana Ben-Dor y Olivier Tourny
Es al inicio de los años 1980 que la inmigración clandestina de los Judíos de Etiopía hasta Israel ha empezado. Estos últimos, impropiamente llamados Falasha (termino con una connotación despectiva que significa “sin raíces” o “exiliado”) huyen, como muchos de sus compatriotas, la guerra civil y hambruna refugiándose en Sudán. En 1984, la Operación Moisés organizada por el estado israelí permitió acoger 7.000 judíos etíopes proveniente de los campos de tránsito; poco tiempo después, la operación Sabah (1985) repatrian 648 de ellos; por fin en 1991, la Operación Salomón logró el reto de enviar por un puente aéreo 14.300 personas en el espacio de veinticuatros horas.
Los últimos Beta Israel quedados en Etiopía han emigrados entre 1991 y 1994. Pero a partir de 1992 empieza una emigración irregular, sometida a la evolución política en Israel, la de los Falash Mura. Entre este año y 2013, más de 35.000 Falash Mura han llegado en Israel. Oficialmente no-judíos, una vez en Israel, tienen que empezar una conversión completa al judaísmo ortodoxa antes de recibir una ciudadana completa.
La integración en el Estado hebreo de los judíos etíopes se ha hecho con dificultades. Pobres, a menudo analfabeto y viviendo de artesanía, estos últimos tuvieron que afrontar una sociedad moderna y de alta tecnología. Ademas, bajo la presión de las autoridades religiosas israelíes, han sido obligados abandonar sus practicas rituales ancestrales para entrar en los rangos de un judaísmo normalizado. El Gran Rabinato intentó mismo imponerlos una conversión simbólica (inmersión ritual, y para los hombres, una “recircuncisión” por el vertimiento de una gota de sangre) que fue boicoteada por la mayoría de ellos. Aunque reconocidos hoy como judíos de pleno derecho, la situación religiosa de los Beta Israel queda compleja. Sus sacerdotes, llamados qessotch, han sido despojados de toda autoridad religiosa y espiritual… con consecuencia la desaparición progresiva, pero ineluctable, de su rito.
La comunidad etíope viviendo en Israel incluía en 2014 alrededor 138.200 personas. Casi 30.000 niños nacieron en el Estado hebreo y siguen la carrera educativa israelí. Hablan hebreo y practican cada vez menos el idioma de sus ancestros. El proceso de integración israelí se ha puesto en marcha y los días del rito etíope – y de su música – son contados.
Algunas nociones sobre las músicas litúrgicas de los Beta Israel [1]Extracto de la obra de Hervé Roten, Musiques liturgiques juives : parcours et escales, Coll. Musiques du monde, Cité de la Musique / Actes Sud, 1998, pp. 107-115
“La liturgia etíope esta compuesta de oraciones habladas y cantadas, principalmente en idioma ge’ez – dialecto sagrado, conocido unicamente de los iniciados. Los cantos litúrgicos están dirigidos por un sacerdote, verdadero solista, al cual responde el coro de otros sacerdotes. El solista – tradicionalmente la autoridad religiosa más alta de la asemblea – entona la oración; los otros le responden uniendo sus voces. (…) La intervención del coro engendra una polifonía “arcaica” que nace del encuentro de varias voces con el objetivo realizar una sola y misma linea melódica. (…)
Los cantos pueden afectar diferentes formas. Las formas antifonal, responsorios están empleados frecuentemente. En un canto de tipo antifonal, el coro utiliza sistemáticamente la presentación musical del solista. En un canto responsorio, el coro toma una parte del material melódico prestado del solista para enunciar breves responsos como “Amén” o “Aleluya”. Encontramos también una tercera forma de cantos que Simha Arom y Olivier Tourny califican de “tipo hemiolico”. Las oraciones de esta categoría están caracterizadas por una distribución ternaria del texto y de la música mientras que alternancia binaria “solista-coro” queda. (…)
Una otra particularidad de la liturgia de los Beta Israel reside en el hecho que la modalidad de ejecución de las oraciones no esta establecida de antemano. Según las circunstancias, un mismo canto podrá ser de tipo hemiciclo, antifonal, o responsorio. Es el solista quien, empezando el canto en primero, decide utilizar la configuración de su elección. En el caso de eventos solemnes, los sacerdotes utilizan más de buen grado canto hemiolico. Cuando el tiempo apresura, generalmente recurren a una forma de tipo responsorio que permite acelerar la fluidez del texto, alternando cada vez versículos diferentes. Al contrario, cuando acogen una personalidad religiosa importante, los sacerdotes honran su huésped tomando de nuevo estrictamente sus enunciaciones textuales y musicales según la forma antifonal.
Algunas veces, el canto esta acompañado por un tambor de una sola membrana (nagarit) o de un pequeño gong metálico (metke). El papel de estos instrumentos queda sin embargo secundaria del hecho de su prohibición durante algunas grandes fiestas del calendario. (…)
La mayoría de los cantos no presenta una estructura métrica regular. Están regidos por la prosodia de la lengua. Solas algunas oraciones, asociadas a baile, están verdaderamente medidas. En Etiopía, el baile estaba realizado por el conjunto de los sacerdotes. Consiste en un movimiento colectivo circular (de tipo “corro”) o semicircular; en este ultimo caso los qessotch ejecutan movimientos dados el ritmo en el lugar. Se acompañan de golpes de los pies sobre el suelo y eventualmente de jadeos ritmados. (…)
Los cantos recurren principalmente a una escala pentatónica anhemitónica (escala compuesta de cinco sonidos, cada uno siendo a una distancia de al menos un tono de su vecino). Algunas oraciones raras se realizan en una escala tetratónica (cuatro sonidos). La altura de los sonidos es más o menos estable; puede variar de medio tono, incluso más. De hecho, el contorno general de la melodía tiene prioridad sobre el tono absoluto de los grados y el tamaño de los intervalos. (…)
La música litúrgica de los judíos etíope se compone de un numero restringido de fórmula melódicas que circulan a través de un conjunto de cantos. Estas formulas, generalmente constituidas de grados conjuntos, pueden presentan de caras variadas; sin embargo su contorno melódica global queda fácilmente agradecido en la audición. En definitiva, la música judía etíope es esencialmente formularia y regida por el principio de la centonización. Este procedimiento – que consiste a crear piezas a partir del disposición, cada vez diferente, de un mismo stock de formulas melódicas – es una de las características de la música litúrgica judía. “
Saber más sobre la historia de los Beta Israel
Consultar el articulo sobre el estuche The Liturgy of Beta Israel
Escuchar la emisión de radio de Olivier Tourny en el canto litúrgico judío etíope (en francés)
Escuchar la lista de reproducción Les traditions musicales des Juifs d’Ethiopie (Las tradiciones musicales de los Judíos de Etiopía)
1 | Extracto de la obra de Hervé Roten, Musiques liturgiques juives : parcours et escales, Coll. Musiques du monde, Cité de la Musique / Actes Sud, 1998, pp. 107-115 |
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