La boda en la tradición judía obedece a ciertas costumbres, se trata de celebrar la unión de dos personas pero también de su pertenencia a la vida religiosa
La boda se desarrolla en varias etapas. Aproximadamente dos meses antes de la ceremonia, los futuros esposos estudian por separado con un rabino las leyes de “pureza familiar” para determinar si son aptos para casarse. Muy a menudo los novios deciden no reunirse unos días antes de su boda para meditar sobre la importancia del acto que van a realizar.
El día de la boda es el comienzo de una nueva vida en común según las tradiciones judías, y también es el día en que se perdonan sus pecados.
La ceremonia religiosa se celebra bajo el dosel nupcial (hupa), símbolo del nuevo hogar conyugal, llamado según el profeta Malaquías, santuario para el Señor.
El avance hacia la hupa adopta formas muy diferentes en las distintas comunidades.
El marido (Hatane) entrega a la novia (kala) el único anillo de la unión bajo la mirada de los dos testigos presentes. La kala nunca debe quitarse el anillo de su mano durante toda la ceremonia.
El rabino oficiante llena entonces una copa de vino y lee la siguiente bendición:
“Alabado sea, Señor, nuestro Dios, Rey del Universo, que creó el fruto de la vid”.
La rotura de la copa por parte del hatane es el último paso de la ceremonia. Este simboliza la destrucción del templo de Jerusalén. El hatane recita la frase del Salmo 137: “Si me olvido de ti, Jerusalén, que mi derecha se olvide de mí. Que se pegue mi lengua a mi paladar si no me acuerdo de ti, si no elevo a Jerusalén por encima de mi alegría” y luego rompe un vaso a sus pies.
Al final de la ceremonia, la pareja se toma un momento para aislarse. Esta situación de intimidad es en cierto modo una expresión concreta de su unión. A continuación, se reúnen con sus invitados para una comida festiva acompañada de música y baile.
Escuche la emisión de radio Yiddish Glik / Le Bonheur Juif [La alegría judía], especial bodas